Thursday, April 30, 2015

La Mujer de Piedra (Fragmento) / Gustavo Adolfo Becquer

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Por grande que sea la impresión que me causa un objeto expuesto de continuo a la mirada del vulgo, parece como que debilita la idea de que tengo que compartirla con otros muchos. Por el contrario, cuando descubro un detalle o un accidente que creo que ha pasado hasta entonces inadvertido, encuentro cierta egoísta voluptuosidad en contemplarlo a solas, en creer que únicamente existe para mi guardada, a fin de que yo lo aspire y goce su delicado perfume de virginidad y misterio.

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Yo aún guardo el recuerdo de la imagen de piedra, del rincón solitario, del color y de las formas que armoniosamente combinados, formaban un conjunto inexplicable, pero no creo posible dar con la palabra a una idea de ella, ni mucho menos reducir a términos comprensibles la impresión que me produjo.


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Inmóvil, absorto en una contemplación muda permanecía yo aún con los ojos fijos en la figura de aquella mujer cuya especial belleza había herido mi imaginación de un modo tan extraordinario.

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¿Porque durante los catorce o quince días que llevaba de residencia en aquella población, aunque continuamente estuve dando vueltas sin rumbo fijo por sus calles, nunca tropecé con aquella iglesia y aquella plaza? Y desde la tarde que la descubrí, todos los días, cualquiera que fuese el camino que emprendiera, siempre iba a dar a aquel sitio, es lo que yo no podre explicar nunca, como nunca pude darme razón, cuando muchacho, de por qué para ir a cualquier punto de la ciudad donde nací era preciso pasar antes por la casa de mi novia. 





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Más de una vez, deseando llevar conmigo un recuerdo de ella, intente copiarla. Tantas como lo intente, rompí en pedazos el lápiz y maldije la torpeza de mi mano, inhábil para fijar el esbelto contorno de aquella figura.

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Indudablemente, la fisonomía de aquella escultura reflejaba la de una persona que había existido. Podían observarse en ella ciertos detalles característicos que solo se reproducen delante del natural o guardando un vivisimo recuerdo. Las obras de la imaginación tienen siempre algún punto de contacto con la realidad. Hay una belleza típica y uniforme a la que, así en lo bueno como en lo malo, se nota cierta tendencia en el arte. El placer y el dolor, la risa y el llanto.

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La belleza de aquella Mujer rompía con todas las tradiciones: Era hermosa sin ser perfecta, ofrecía rasgos tan propios como los que se observan en un retrato de la mano de un maestro, el cual tiene santa personalidad, por decirlo así, que aún sin conocer el tipo a que se refiere, se siente la verdad de la semejanza.

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Cada mujer tiene su sonrisa propia, y esa suave dilatación de los labios toma formas infinitas y perceptibles apenas, pero que sirve de sello. 




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Gustavo Adolfo Becquer (1836-1870)
[Poeta / Narrador Español]
Fragmentos de: "La Mujer de Piedra"
Tomado de: "Leyendas"


Arte: 
Pierre Gustav Klimt (1862-1918)
"Mujeres"